En esta ocasión quiero compartir cómo viví la experiencia de presentar nuestro cartel académico. Desde el inicio fue una mezcla de emociones: emoción, nervios, expectativa. El evento empezó cuando nos reunimos en el piso blanco de la escuela para montar los carteles. Usamos cinta y tachuelas para colocarlos en los expositores y, una vez que terminamos de acomodar el nuestro, aproveché para repasar mentalmente la información del cartel. Quería tener todo claro y no dejar que los nervios me jugaran en contra.
Antes de comenzar oficialmente con las exposiciones, me di una vuelta para ver los carteles de mis compañeros, tanto de mi grupo como del otro. Fue interesante ver los diferentes enfoques y temáticas que cada quien eligió, y también me ayudó a relajarme un poco antes de que llegara nuestro turno.
Cuando comenzaron a acercarse al nuestro, mi compañera y yo nos quedamos junto al cartel y comenzamos a explicarlo a quienes se detenían a observarlo. Íbamos comentando los temas que abordamos y algunos ejemplos prácticos para hacer más clara la información.
Aunque confieso que al momento de hablar en público, los nervios me ganaron en varias ocasiones. A veces se me iba una idea, o sentía que me trababa.
A pesar de eso, esta experiencia me ayudo ya que los comentarios que nos hicieron los profesores que pasaron a ver el cartel me permitieron identificar que cosas podíamos agregarle, también a reflexionar sobre lo que hicimos bien y sobre lo que podríamos mejorar.
Con esto, puedo decir que me divertí, aprendí y crecí un poco más como estudiante. Participar en este tipo de actividades no solo me permite compartir mi trabajo, sino que también me reta, me confronta y me prepara para futuros retos profesionales.
Este fue el cartel:
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